Los seres humanos vivimos en una constante necesidad de aferrarnos a las certezas. Buscamos “la verdad”, cuestionamos “la realidad”, nos movemos en medio de una retórica interna repleta de ansiosa necesidad de conocer lo que va a pasar, exploramos pronósticos, queremos saber cómo estará el tiempo, el tráfico, lo que traerá la luna para mi signo con ascendente en virgo. Nuestra imaginación vuela suponiendo respuestas, acciones: “¿qué dirá?” “¿cómo reaccionará?” A veces, en un intento de tener sujeto el control de todo lo que podemos. En este contexto, la pregunta sería: ¿Y qué lugar tiene la presencia en nuestras vidas? ¿Cómo vivímos cada momento? ¿Qué valor estamos siendo capaces de otorgarle a esos ratos que nos invitan a conectar con el presente, poniendo una balsámica pausa a los pensamientos que nos llevan más allá del hoy? Es posible que esto no signifique un rotundo despegue de esa conexión con lo que aún no ha sucedido, pero quizás vale la pena tomarse ese tiempo, y resignificarlo: mirar a los ojos al hijo que me espera, acariciar la mejilla de la madre a quien ya no espero, abrazar al amigo que está, escuchar la voz de quien se encuentra lejos, leer el libro que me aguarda pacientemente, escuchar, más no solamente oír. Quizás de esta manera, la cierta incertidumbre de lo que no ocurrió le ceda el paso a la incierta certeza que podamos encontrar en el regalo de sentir y también, por qué no, de compartir nuestra presencia.

Reflexión: La única certeza es la incertidumbre
+1
+1
2
+1
3
+1
por
Etiquetas:
Deja una respuesta