El miedo es una de las emociones básicas, según varias líneas conceptuales, como por ejemplo la de la licenciada Susana Bloch. Y además el miedo tiene a su alrededor un halo de juicios que lo tienen como una emoción con connotaciones negativas. De alguna manera aprendemos que cuando sentimos miedo, algo “malo” pasa. El miedo se asocia al peligro, al terror, a la inseguridad, a la desconfianza y a un innumerable listado de situaciones de similares características. Y es verdad que de alguna manera, el miedo responde a la decodificación lingüística “esto significa una amenaza para mí”, por lo que, desde su concepto más primario, el miedo emerge, o evoca un lugar, un momento, una situación que insta a evitarlo.
La pregunta entonces es… ¿se puede vivir sin miedo?
Partimos del precepto de que las emociones acaecen, es decir, se generan de manera espontánea y esto tiene que ver con la decodificación de los sucesos que se presentan en nuestras vidas. Y también esa lectura es el resultado de la manera en que aprendimos a reaccionar frente a esas situaciones. Por eso es que, ante un mismo hecho, cada persona habita una emoción determinada, que puede ser diferente a la de otro ser humano. Como cualquier otra emoción, el miedo emerge de la misma manera, sin pedir permiso, simplemente sucede. Por esto, en nuestras manos no radica el poder de detener esa reacción. Pero sí tenemos al menos herramientas de relevancia para poder hacer que el miedo no tenga necesariamente una connotación inhabilitante. De hecho, el miedo es una emoción que permite, desde la naturaleza de los seres vivos, sobrevivir: gracias al miedo, se activa una predisposición desde el cuerpo como la huida, acción que le puede dar a un ser vivo la posibilidad de atravesar un peligro, la oportunidad de continuar vivo; por otra parte, el miedo predispone a la defensa, incluso al ataque como un método de prevalecencia; incluso, a la parálisis, lo que, en algunos animales, es un recurso para evitar ser devorados. El inconveniente, por llamarlo de alguna manera, del miedo, es que se constituya en una única forma, y que esa forma retroalimente desde el discurso interno, la ilimitada limitación en nuestra cotidianidad. “No salgo por miedo a que me ocurra algo”; “prefiero no arriesgar porque temo perder”; “si busco cambiar quizás me vaya mal”. Aquí te propongo algunas preguntas… ¿qué estás postergando por miedo? ¿qué ganarías atravesando ese miedo, y llevando a cabo un primer paso? ¿qué te estás diciendo, que te genera ese miedo, y qué te podrías comenzar a decir ahora, para que ese temor se transforme?
¿Se puede vivir sin miedo? No. Definitivamente no. Pero se puede convivir con el miedo, reconocerlo, y transformarlo en el camino que se abra frente a tus pies.

Reflexión: Vivir sin miedo
+1
+1
4
+1
6
+1
1
por
Etiquetas:
Deja una respuesta