Reflexión: Compromiso es bienestar

Es frecuente en el ámbito laboral, que la cantidad de tareas y entregables comienza a incrementarse, a un punto en que se producen cuellos de botella, y finalmente nos encontramos ingresando a emocionalidades de agobio, de frustración, que a veces terminan en estados de ánimo sostenidos que producen un círculo vicioso poco propicio y del que cuesta salir. Y cuando comenzamos a revisar las causas comienza a hacerse frecuente la respuesta “No tengo tiempo”. La percepción de que me falta tiempo se constituye en la excusa que más a mano tengo, por ejemplo, para justificar la carencia de impecabilidad, es decir, la entrega tardía de lo que prometí entregar en un plazo determinado; o mi entregable carece de la calidad y/o de la profundidad en su análisis; o simplemente entrego en plazo y con calidad, pero con un costo emocional que luego tiene otros impactos, como por ejemplo, mi salud.
Y esta reflexión es una invitación a revisarnos en esa respuesta, porque el tiempo es un fenómeno externo que es igual para todos, el día tiene la misma cantidad de horas, minutos y segundos, por lo que en definitiva nunca dejamos de tener tiempo, y la pregunta comienza a ser qué hago, qué no hago en ese tiempo, y fundamentalmente, con qué me comprometo, para alcanzar lo que tengo que lograr.
El compromiso tiene una raíz y una desinencia, uno de cuyos significados es “con promesa”. Al comprometerme, empeño mi palabra, y al hacerlo, pongo en funcionamiento la construcción de mi propia imagen pública frente al cliente que aguarda de mí ese entregable, y con esto, la generación de la confianza, que tiene en la responsabilidad una de sus fuentes. Y la responsabilidad no es ni más ni menos, que la capacidad de cumplir mis promesas. Por ende, al ser responsable, genero confianza.
Juntando las partes como piezas de un rompecabezas, cuando el tiempo se comienza a afianzar como esa excusa que tenemos a mano, perdemos de vista que todo se remite a los compromisos que he generado y traigo algunas preguntas que puedan abrir una oportunidad de observarme en mi hacer, en mi manera de comprometerme. ¿He asumido más compromisos de la cuenta? ¿Podría haber negociado o renegociado plazos y no lo hice? ¿Podría haber delegado algo de lo que asumí? ¿Podría categorizar cada uno de mis compromisos, especialmente cuando a veces todo parece “urgente”? ¿Qué acciones podría implementar, para que mi organización me permita cumplir con todos mis compromisos?
La próxima vez que el tiempo sea la explicación de una coyuntura, nos preguntemos «¿dónde está puesto mi compromiso?», «¿desde o hacia dónde lo podría desplazar?», y «¿para qué me serviría hacerlo?».

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