Reflexión: El clima que creamos es el bienestar que (nos) generamos

En el ámbito de las organizaciones es común hablar del “clima laboral”, como si fuese efectivamente un fenómeno al que observamos, al que respiramos, del cual nos empapamos, pero que, como en la naturaleza, vemos desde afuera, sin poder intervenir, al que gozamos o padecemos, al que, incluso, esperamos que mejore cuando no es muy agradable, cual tormenta esperamos que pase.

Pero a diferencia de la naturaleza, el clima laboral no es exógeno, ni ajeno, mucho menos abstracto. Cuando aceptamos que lo que ocurre en un ámbito de trabajo es de absoluta responsabilidad de sus integrantes, cuando tomamos la iniciativa de aportar activamente en ese clima, es que podemos comenzar a dar los primeros pasos en la transformación de ese espacio. Y en general, se requieren acciones mínimas como para que eso ocurra, pero que pueden ser significativas, de enorme valor.

Saludar, preguntar a alguien cómo está y hacerse cargo de la respuesta, ser oferta para alguien que lo necesita, ayudar a un compañero o compañera en su desarrollo personal, a través de una retroalimentación amable y generosa, generar propuestas superadoras ahí donde identificamos una oportunidad. Superar la tentación de “quedarse en el molde”, sin intervenir, cuando conocemos que la experiencia de alguien no está siendo la mejor. A veces una sola palabra cambia el día de otro. Y hacerlo, nos cambia a nosotros, nos acerca a una mejor exegesis de nuestro sentido en la vida.

Como virtuales amos del ecosistema laboral que habitamos, el clima no es ni más ni menos, que el que creamos. Desde ahí podemos generarnos un ámbito de bienestar con efecto exponencial hacia los demás.

¿Cuál será tu próximo aporte al clima de tu entorno de trabajo?

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